Los abusos sexuales a menores son contactos e interacciones entre un niño y un adulto, cuando el adulto (agresor) usa al niño para estimularse sexualmente él mismo, al niño o a otra persona.
El abuso sexual también puede ser cometido por una persona menor de 18 años, cuando ésta es significativamente mayor que el niño (la víctima) o cuando (el agresor) está en una posición de poder o control sobre otro menor”. Al respecto Blanca Vázquez Mezquita (Peritaje psicológico en la agresión sexual infantil. Ponencia presentada en las Jornadas de Atención al Abuso Sexual Infantil organizadas, en junio de 1997) establece el perfil del agresor o retrato del agresor aunque establece que no existe un prototipo, aunque sí pueden apuntarse ciertas características que pueden aproximarnos a su perfil más habitual por ejemplo:
- Los agresores son mayoritariamente varones, oscilando los porcentajes entre un 80 y un 92 por ciento, según las investigaciones. Generalmente se trata de hombres adultos y jóvenes, incluyendo adolescentes.
- Habitualmente eligen víctimas del otro sexo.
- Son precoces: casi la mitad tuvo su primer comportamiento de abuso antes de cumplir 16 años.
- Suelen ser reincidentes y actúan más en las ciudades que en las zonas rurales
- Aparentemente son personas normales, pero presentan problemas de socialización y serias carencias en valores sociales.
- Suelen ser agresivos o retraídos y muy insensibles.
- No saben seducir a sus iguales, los adultos.
- La mayoría no busca tratamiento. Tal como señala Blanca Vázquez, “el ofensor sexual, y particularmente el de niños, “construye” toda una serie de argumentaciones en torno a su conducta delictiva /…/ en base a las cuales no presenta rastro de culpabilidad alguna que le lleve a ponerse en tratamiento psicológico”.
- Tienen una escasa capacidad para ponerse en el lugar de otros y compartir sus sentimientos (empatía).
- En la mitad de los casos son desconocidos. En la otra mitad, se trata de familiares o conocidos de las víctimas, lo que representa un porcentaje inferior al que se registra en las sociedades anglosajonas.
- Sólo en un 10 por ciento de los casos usan la violencia. Habitualmente recurren al engaño, tratan de ganarse la confianza de las víctimas o se aprovechan de la confianza familiar, utilizan estrategias como el factor sorpresa, les amenazan o les dan premios o privilegios de diferente tipo.
- La mayoría no son pedófilos, es decir, adultos que se sienten orientados sexualmente exclusiva o preferentemente por los niños.
La violencia sexual contra las personas menores de edad es un fenómeno complejo, dentro del contexto histórico, social y cultural de una sociedad patriarcal donde los niños, niñas y adolescentes son considerados aún como objetos y no como sujetos.
Según Felix López que estas personas ( los abusadores o pedófilos) actúan por razones muy diversas: porque no son capaces de controlar su conducta o por una falta de habilidades sociales para resolver sus necesidades sexuales con otros adultos, con iguales”. Se trata de individuos que suelen ser “agresivos, retraídos, que no saben seducir”. También tienden a carecer de valores sociales como la igualdad entre sexos.
Siempre sobre el mismo tema, los investigadores Groth y Birnbaum (1979) citados por, Félix López Sánchez en Abusos Sexuales a Menores, lo que recuerdan de mayores, propusieron una tipología de agresores que, aunque tiene un valor relativo, puede ayudar a entender por qué algunas personas abusan sexualmente de los niños y las niñas. De acuerdo con ella, existirían dos grupos:
- El primero, y más numeroso, está formado por los agresores que usan el engaño, la persuasión o la presión psicológica para conseguir que los niños acepten este tipo de conductas. El engaño y el chantaje emocional son las estrategias más frecuentemente utilizadas por los agresores. Estos agresores no usan la violencia, sino que, basándose en su autoridad de adultos, padres, maestros, etc, consiguen involucrar a los niños en actividades sexuales. En este grupo estarían:
- Los pedófilos. Son sujetos inmaduros que no son capaces de adoptar pautas de comportamiento sexual adulto.
- Adultos que mantienen actividad sexual con otros adultos. Llevan una vida sexual aparentemente normal, pero en determinadas circunstancias abusan sexualmente de menores. Entre estas circunstancias están los conflictos matrimoniales, la insatisfacción sexual, la baja autoestima, especialmente en el campo sexual y, sobre todo, el abuso del alcohol u otras drogas. Este es el subgrupo más numeroso.
- El segundo grupo está integrado por los que usan la violencia o diferentes formas de agresión. Su deseo no está orientado exclusivamente hacia los niños, pero éstos tienen un especial atractivo para ellos porque son más fáciles de doblegar y dominar sin riesgo para el agresor.
Su conducta viene inducida por una situación de soledad o estrés: el abuso suele ser un medio de compensar la baja autestima o de liberarse de cierta hostilidad. No son estrictamente pedófilos, en tanto que su inclinación natural es hacia los adultos, con los que mantienen normalmente relaciones problemáticas (impotencia ocasional, tensión de pareja…); solo recurren excepcionalmente a los niños y lo hacen de forma compulsiva, percibiendo su conducta como anómala y sintiendo posteriormente culpa y vergüenza.
Muchos pedófilos, al ser descubiertos, niegan sus acciones e, incluso, llegan a negárselas a sí mismos. Otra actitud frecuente es la relativización de la trascendencia de los hechos (están convencidos de la imposibilidad de causarle problemas al menor o aluden a un factor de enamoramiento como justificante de la acción sexual) o el dirigir la responsabilidad hacia el menor, que es quien les ha fascinado para cometer los abusos.
Recurren a estas conductas porque se sienten angustiados por otros motivos y desplazan a este campo sus sentimientos buscando compensaciones. Otros parecen disfrutar usando el poder sobre el niño/a. Algunos, muy pocos, son sádicos que obtienen satisfacción cuando la actividad sexual va acompañada del sufrimiento del niño o niña. Lo cierto es que independientemente de quien la realice, la prostitución infantil siempre va a ser una forma de abuso sexual, de explotación y de victimización, es la expresión de una sociedad degradante, donde a través de la cosificación del cuerpo y la sexualidad, se asume a los menores de edad como mercancía y se permite así “comprar acceso” a ella por parte del prostituyente.
El abuso sexual comprende un amplio abanico de conductas físicas entre ellas se encuentran:
- Violación (penetración en la vagina, ano o boca con cualquier objeto sin el consentimiento de la persona).
- Penetración digital (inserción de un dedo en la vagina o en el ano).
- Exposición (mostrar los órganos sexuales de una manera inapropiada, como en el exhibicionismo).
- Coito vaginal o anal.
- Penetración anal o vaginal con un objeto.
- Caricias (tocar o acariciar los genitales de otro, incluyendo forzar a masturbar para cualquier contacto sexual, menos la penetración).
- Contacto genital oral.
- Obligar al niño a que se involucre en contactos sexuales con los animales.
- Además de las conductas físicas, los abusos comprenden la explotación sexual, es decir:
- Implicar a menores de edad en conductas o actividades que tengan que ver con la producción de pornografía.
- Promover la prostitución infantil.
- Obligar a los niños a ver actividades sexuales de otras personas.