La finalidad de este artículo es entregar elementos para comprender por qué se producen situaciones de malos tratos en las familias. Además entregar elementos que permitan a las personas que trabajan con niños y niñas, y en especial a los profesores, distinguir los diferentes tipos de malos tratos que un niño puede sufrir. Todo esto para, contribuir a la participación del profesorado y los educadores en los procesos de protección y de ayuda que los niños y niñas maltratados necesitan y que tienen el derecho de recibir.
El contenido de este artículo refleja, por una parte, mis necesidades de compartir mi punto de vista para comprender la terrible paradoja que un sistema humano como la familia, produzca comportamientos anti-humanos, como son el maltrato físico, el abandono y los abusos sexuales de los hijos. Siento al mismo tiempo la necesidad imperiosa de compartir mis experiencias y mis conocimientos con profesionales de diferentes ámbitos. Esto como una contribución a la defensa de los derechos de los niños y de las niñas, así como a su protección de sitiaciones de violencia que pueden emerger en la familia, la escuela, la cultura y la sociedad. Mis experiencias y conocimientos son el resultado de mi trabajo como psiquiatra infantil y experto en programa terapéuticos para niños maltratados, en Bélgica, Francia, España y Chile, mi país de origen.
“El abuso de los niños es un fenómeno tan atroz que quisiéramos no notarlo; sin embargo, la indignación que suscita atrae forzosamente la atención. Los golpes, los abusos sexuales, los insultos que denigran, son realidades terriblemente desagradables, por lo que es muy posible que deseemos ignorarlas. Pero no sólo se trata de estos, está también la negligencia que es la ausencia de cuidados, la inacción frente a las necesidades de los niños basada en la indiferencia. Cuando se produce a domicilio, los malos tratos son “pecados íntimos”. Sus presencias se manifiestan muy raramente en forla clara, sin equívocos, pues no siquiera las propias víctimas pueden denunciar que son mal tratados, pues dependen vitalmente de sus agresores. Desgraciadamente a veces sólo se les puede descubrir a través de las pocas huellas dejadas sobre los niños que son sus víctimas, aunque ellos permanecen a menudo invisibles hasta que debemos tratar sus efectos sobre la personalidad de un adulto destruido”
Jorge Barudy 1985