Dentro de toda mujer alienta una vida secreta, una fuerza poderosa llena de buenos instintos, creatividad apasionada y sabiduría eterna. Es la Mujer Salvaje, una especie en peligro de extinción que representa la esencia femenina instintiva.
Aunque los regalos de la naturaleza les pertenecen desde siempre, los constantes esfuerzos de la sociedad por “civilizar” a las mujeres han ocultado los dones que éstas albergan en su interior.
Mujeres que corren con los lobos es un fascinante mosaico de historias que, además de resultar sumamente entretenido, nos ofrece una nueva visión de lo femenino y de sus posibilidades.
El libro es una amalgama de relatos que escuchó en su infancia con aquellos que recoge a través de su experiencia vivencial tomando contacto con numerosas congregaciones aborígenes de Norte y Sud-América. En buenas cuentas, escuchó las voces primarias de la naturaleza femenina para ofrecer un testimonio auténtico de su rol, de su sexo y sus correspondientes complejidades.
Debemos recordar que la naturaleza innata femenina del cuidado y la intuición está en los seres humanos. Es por este motivo que esta obra nos adentra a la comprensión de la Vida/Muerte/Vida de las experiencias como un aprendizaje como es el caso de los abusos sexuales de menores.
Extracto págs 160 – 162 . Ediciones B – 4ª Reimpresión
El hecho de que alguien pueda decir que es un superviviente ya es una hazaña. Para muchas personas, el poder reside en su mismo nombre. Sin embargo, en el proceso de individuación llega un momento en que la amenaza o el trauma ya pertenecen significativamente al pasado. Es el momento de pasar de la fase de la supervivencia a la de la curación y el crecimiento.
Si nos quedamos en la fase de la supervivencia sin pasar a la del crecimiento, nos limitamos y reducimos a la mitad nuestra energía y nuestro poder en el mundo. El orgullo que experimentan algunas personas por el hecho de ser supervivientes puede constituir un obstáculo para un ulterior desarrollo creativo. A veces las personas temen superar su situación de supervivientes, pues sólo se trata de eso, Una situación, una marca distintiva, una hazaña de las de “más te vale creerlo porque es la pura verdad”.
En lugar de convertir la supervivencia en el eje de la propia vida, conviene usarla como una de nuestras insignias, pero no la única. Los seres humanos merecen recrearse en los bellos recuerdos, las medallas y las condecoraciones recibidas por el hecho de haber vivido y triunfado en toda regla. Pero, una vez ha pasado la amenaza, podemos caer en la trampa de utilizar los nombres que nos hemos ganado en los momentos más terribles de nuestra vida, lo cual crea una disposición mental susceptible de limitarnos. No es bueno basar la identidad del alma exclusivamente en las hazañas, las pérdidas y las victorias de los malos momentos. A pesar de que la supervivencia puede dejar a la mujer tan endurecida como la cecina de buey, el hecho de aliarnos en determinado momento exclusivamente con ella puede inhibir los nuevos desarrollos.
Cuando una mujer insiste una y otra vez en decir “soy una superviviente” una vez superada la fase en que ello le podía reportar una utilidad, la tarea que tenemos por delante está muy clara. Hay que arrancar a la persona del arquetipo de la supervivencia. De lo contrario, no podría crecer nada más. Me gusta comparar esta situación con la de una plantita que consigue -sin agua, sol ni abono- sacar una valerosa y tenaz hojita a pesar de todo.
Sin embargo, ahora que los malos tiempos han quedado atrás, el crecimiento significa exponernos a situaciones propicias para el nacimiento y el desarrollo de vigorosas y abundantes flores y hojas. Es mejor ponernos nombres que nos inviten a crecer como criaturas libres. Eso es el crecimiento. Eso es lo que nos estaba destinado. Los rituales son uno de los medios utilizados por los seres humanos para situar sus vidas en perspectiva, ya sea el Purim de los judíos, el Adviento de los cristianos o el descenso de la luna. Los rituales evocan las sombras y los espectros de las vidas de las personas, los clasifican y los apaciguan. Hay una imagen especial de los festejos del Día de los Muertos que puede utilizarse para ayudar a las mujeres a hacer la transición desde la supervivencia al crecimiento. Se basa en el rito de las llamadas ofrendas unos altares que se erigen en honor de los difuntos. Las ofrendas son tributos, monumentos conmemorativos y expresiones d, profunda consideración hacia los seres queridos que ya no están en esta tierra. Creo que a las mujeres les es más útil hacer una ofrenda a la niña que fueron antaño, algo así como un testamento en favor de la niña heroica.
Algunas mujeres eligen objetos, escritos, prendas de vestir, juguetes, recuerdos de acontecimientos y otros símbolos de la infancia que se va a representar. Montan la ofrenda a su manera, cuentan una historia que a veces encaja con ella y otras no y después la dejan allí todo el tiempo que quieren. Es la prueba de todas las penalidades del pasado, de su valentía y de su triunfo sobre la adversidad.
Esta manera de contemplar el pasado consigue varios objetivos: permite ver las cosas en perspectiva con una compasiva mirada sobre el pasado, mostrando lo que se ha experimentado, lo que se ha hecho con el pasado y lo que es admirable en él. La admiración que suscita el pasado, más que su existencia, es lo que libera a la persona.