Cuando la víctima sufre el abuso, tiene un gran impacto en el alma y el cuerpo de una forma drástica, Mientras se produce éste, los ruidos, olores, objetos; se quedan gravados con una fuerza anormalmente intensa, uniéndose en la mente como un todo. En el momento que algo evoque esos recuerdos, se abra la caja de pandora, donde previamente se habían quedado clasificados allá donde la memoria esconde los secretos. Y cualquiera de esos elementos van a generar la reexperimentación o el recuerdo del abuso.
El principal escollo son las pruebas que se debe aportar para demostrar que un menor ha sido abusado. Por regla general suele suceder que transcurrido tanto tiempo desde el abuso, podría haber pasado 15, 20, 30 años o no revelarlo nunca. Las pruebas suelen ser escasas, nulas o poco demostrables por lo que se hace difícil poder denunciar simplemente con el recuerdo.
En la confirmación del relato del menor abusado, cuando el niño manifiesta públicamente el abuso, en algunos casos, el niño es ignorado, incomprendido o malinterpretado y por regla general se recibe como una fantasía infantil o una manera de llamar la atención sobre el adulto reafirmando la actitud del agresor.