Ante este momento donde el borrón y cuenta nueva está de moda, en un mundo que intenta solucionar todo parcheando las consecuencias sin mirar las causas, decido hablar públicamente, hablar firme y con entereza, después de un largo proceso de reconstruirme para habitar mi cuerpo.
Viví hace muchos años, en mi infancia, una experiencia de abuso sexual y lejos de ser una nimiedad en mi vida, me condicionó y cambió mi manera de entender el amor, la confianza, la vida.
Existía en mí una desensibilización profunda, yo no habitaba ese cuerpo en el que todos y todas veían a Julieta, me sentía disociada, con una gran coraza en la que no entraba nada, ni bueno ni malo, y por más de que quisiera con todas mis fuerzas callar, este secreto me saltaba en todo lo que vivía: novios, amigxs, trabajo…
En mi familia era donde mejor disimulaba; así, todo estaba “bien” a costa mía. Decidía guardar el secreto en aras de la felicidad de todo mi entorno.
Escribo porque no paro de escuchar a mujeres* hablando de la poca importancia que tiene haber vivido abusos en la infancia:
– ¡Bua! A mí también me pasó, pero era tan chiquita…
Lo que pocas entienden es que se trata de una experiencia que nos sigue acompañando, y que si no la miramos a los ojos caminará a nuestro lado eternamente.
“¿Y en qué nos persigue?” Te preguntarás. Sigue en tu falta de orgasmos, en tu elección de relaciones violentas, en tu sensación de falta de poder, en tu alerta sin descanso, en tu enfado con los hombres, en tus ganas de matarte, en tu… Hay tantos “en tu…” como mujeres víctimas de abuso en el mundo. Y dejar de ser víctima implica mirar y hacer duelo de este hecho de nuestro pasado para así aceptar el presente. Sentir el enfado, la tristeza, para así cambiar la visión de esta experiencia, y aprender de la herida.
Pero como en todo duelo podemos quedarnos enganchadas en la NEGACION y así eternizar el victimismo.
Cuando comprendí la importancia de mi abuso, todo se puso patas para arriba, me sentí vacía, perdida. Y en este vacío decidí empezar a habitarme entera, completa, auténtica, así atesoré cada aprendizaje.
Ha sido mucho el camino, pero hoy compartiré los puntos de por qué es importante sanar el abuso (para mí). Vamos allá…
PARA ALIVIAR
Necesitamos CONTARLO, buscar espacios seguros, sentirnos contenidas y entendidas. A mí me chirrían esos lugares donde las personas se regocijan en el sufrimiento.
– Ayyy, mírenme, pobrecita de mí…
Contarlo es importante para liberarnos pues supone el comienzo del camino consciente. Es significativo poner cuidado en la elección del espacio, que sea un lugar donde te dejen poco tiempo para lamentarte y más para mover el cuerpo y sacar todo eso que venías cargando. Muchas de nosotras soltamos lo que nos ha pasado sin elegir a quien, y nos vemos contándolo por primera vez a una amiga en un bar de borrachera, a nuestra madre sin previo aviso en un día de comida familiar, incluso a algunos profesionales que no están preparados para escuchar nuestras historias, y terminamos nosotras dando consuelo al otro/a.
PARA ABRAZAR A TU NIÑA INTERIOR
Las mujeres que hemos vivido abusos tenemos que dedicar más atención a nuestra niña herida, que entienda que no fue culpable de esa situación, y que a su manera se defendió con los recursos que tenía en ese momento. Además en muchos casos tampoco veíamos un ataque en eso que estábamos viviendo, todo llevaba tanto ingenio y era tan confuso, la sensación en el cuerpo tan vergonzosa y lo que escuchábamos tan dulce:
“- Lo hago por vos
– Ven que yo sé y te enseño
– Quédate tranquila, todo está bien”
Desde luego no son palabras para salir corriendo y menos cuando los abusadores nos “querían”.
Había en nuestra infancia una educación perfecta que nos enseñó a estar fuera de nuestros cuerpos y sentires, y el abuso ayudó en ser expertas en la disociación, nuestra mente vagaba por los mundos de Yupi. Esa educación que nos mandaba el mensaje de que el adulto tiene la razón y no se le discute y que el amor (por más atroz que parezca) es que tu cuerpo está al servicio de los/as mayores. ¡Tan igualita a la educación de hoy, que como toque un abusador en tu familia, si eres un/a niñx estás frito!
PARA DEJAR DE PERPETUAR EL ABUSO
Muchas de las que piensan:
– No fue nada en mi vida, paso hace mucho.
Eligen de “adultas” parejas salvadoras o perseguidoras, que igualmente aunque de distinta forma, les quitan el poder personal.
Si el abuso no se sana continúas posicionada como la víctima, y desde ahí muchas veces se eligen relaciones de violencia asumiendo que el amor todo lo puede, y que el/ella grita porque me quiere.
Seguimos con la niña herida a flor de piel y reaccionamos desde ella, sintiendo que no tenemos poder para defendernos y sometiéndonos a sus golpes y a su maltrato, porque es lo que toca.
Igual de jodido es encontrar una pareja salvadora que nos quita el poder haciendo todo por nosotras, y todo se justifica en nombre del amor.
¡Todo pasa por entender que el amor no es gratis!
PARA ENTENDER QUE EL AMOR ES GRATIS
Entendiste que el amor no es gratis, que siempre es a cambio de algo, algo que te hace sentir sucia, y después rara. Vos solo querías amor y alguien jugó con esa necesidad tan humana, tan ingenua. Entendiste que el amor tiene un alto precio. Él tenía una necesidad sexual y abusó de tu inocencia, a partir de ahí todo lo que te acompaña es que el amor se paga caro.
Romper con esto es entender que el amor es gratis, y que:
– Te quiero y me apetece descansar (mamá, hermana, amiga, novix,…).
– Te quiero, pero no me apetece tu plan.
– Te quiero, pero quiero estar una semana sola.
Todo eso está bien, es bonito, es sano, y sí que hay hombres y mujeres dispuestos a entenderte y respetar tus tiempos y tus ciclos, ¡POR NADA A CAMBIO!
PARA CREERNOS MERECEDORAS
Ante el daño hemos creado una gran coraza en el corazón, es tal la herida que hay en nuestra confianza que esperamos que nos fallen.
Aprender a pedir, a recibir ayuda, dejarnos querer por esos/as que sí nos quieren sanamente resulta una gran tarea.
Es tan difícil confiar, dejarse llevar, entregarse sin miedo.
Cuando tengo alguna discusión con mi pareja, yo me adelanto y le digo que todo se termine. ¡Andate ya!
El proceso es más fácil teniendo el “control” de la situación. Lo dejo, antes de que me deje, así no vivo el abandono ni el rechazo. Mi cuerpo se hiela, no siento nada, puedo decirle fríamente que no quiero que siga a mi lado.
En este trabajo de escucharme hemos creado juntos una manera de derretir la coraza, acceder al miedo a través del amor, porque como ya saben el amor y el miedo se repelen.
Así que ahora cuando bloqueo mis emociones, y le digo que se vaya, él me mira a los ojos y me repite:
“Te quiero, te quiero, te quiero…” Es el único timbre que funciona para dejarlo pasar.
¡Si al final lo único que quiero es que me quieran, como todo ser humano!
Aclaración: que me quieran como soy, así, salvaje, cíclica… YO
PARA APRENDER A DECIR NO
Otras de las polaridades que he vivido en mí y he visto en otras mujeres es pasar de la entrega de poder (sumisión) al enfado extremo. Igual de jodido es engancharte en la fase de NEGACIÓN como en la del ENFADO.
Hay un hecho importante y es que las mujeres que hemos vivido abuso entendimos que no sabemos poner límites y de adultas no confiamos en que vamos a saber ponerlos, por eso muchas evitamos situaciones que pueden por alguna casualidad suponer algún peligro. Así me he perdido en el camino muchas cosas bonitas. Es lo que tiene llevar la coraza puesta hasta para dormir ?
En el camino de sanar surge el enfado, que es la emoción que nos mueve a poner límites y aprender a decir “No” es un gran paso, porque implica la escucha de tu cuerpo, y puede que haya un breve tiempo de enfado con todo y todxs, pero simplemente es otra estación en el camino.
PARA DESCANSAR
Hay algunas chicas que toman conciencia de la importancia del abuso cuando dan a luz a sus hijxs, y en ese momento deciden sanarlo. También hay otras madres que no quieren desenmarañar ese secreto, esconden el abuso y lo trasmiten a sus hijxs. Madres 100% atentas a que no pase nada, sobreprotectoras, y en ese rol de salvadoras perpetúan el victimismo y crían a niñxs indefensos que no saben lo que sienten, lo que viven, lo que les pasa, niñxs que aprender a ceder el poder a sus madres.
Aman a sus cachorrxs y no quieren que les pase nada, y menos lo que ellas vivieron, y relacionado con esto voy a citar una conversación de Buscando a Nemo:
Marlin (padre de Nemo): Le prometí que nunca iba a permitir que le pasara nada.
Dori: ¿A quién se le ocurre prometer eso? No puedes impedir que le ocurran cosas, si no nunca le pasaría nada. Harpo se aburriría como una ostra.
Podemos encontrar un equilibrio si estamos dispuestas a mirarnos.
PARA TENER SALUD
Con 28 años mi cuerpo habló todo lo que mi corazón y mi conciencia callaban. En donde los médicos veían cáncer yo sólo veía enfado. Necesité esto para darme cuenta, para entender que lo que había pasado me había marcado y mi cuerpo me decía: “Te estoy ayudando a soltar todo esto que has guardado tanto tiempo”.
Muchas, como somos tan “buenas” y no queremos que nadie se enfade, nos comemos el enfado y explota en nuestro cuerpo. Ahí se monta la guerra, se enquista y… el lamento:
-Mira que mala suerte tengo, me diagnosticaron un tumor.
No hay sorteo de enfermedades, nadie sale premiada de un tumor, quiste, vaginitis, cistitis, etc. Todo, absolutamente todo tiene relación, todo está enlazado. ¿Quiere decir que todas las mujeres con dolencias ginecológicas son abusadas? No, quiere decir que muchas de las mujeres que hemos vivido abuso, y nos callamos por miedo, o porque evadimos este tema, desarrollamos estas expresiones en nuestro cuerpo. El estrés y la presión a las que vivimos sometidas bajan nuestras defensas y somos más proclives a padecer trastornos en nuestro organismo derivados de ello, cuando no directamente somatizamos el dolor que se manifiesta en determinadas partes de nuestro cuerpo.
Para cerrar este artículo voy a inventar un paralelismo. Cuando ahora lees un libro con tu mentalidad madura ya sabes discriminar entre la belleza de las palabras de un autor a aquello que te parece una mierda. Bien, pues… De niña, te pasaron el Libro de la vida, donde estaba todo lo que es vivir y te lo comiste sin dudarlo ni cuestionarlo porque no tenías otros libros con los que comparar. Lo leíste e incluso agradeciste a tu familia y a tu entorno tan bello regalo, así seguiste viviendo con las premisas que decía ese libro, pero ahora llegó el momento de poner en duda el contenido, de saber qué sirve de ese libro y que no, qué mandar a la mierda o qué párrafos tachar, y por fin encontrarte con la página en blanco donde empezar a escribir aquello que es tuyo, sentarte a redactar la carta de amor a tu niña y darle páginas a esa adulta que quiere ser y así disfrutar de tu vida al 100%
Para dejar de entregar nuestro poder personal hay que habitar nuestro cuerpo, MIRAR. Así nos movemos del rol de víctimas, para pasar a ocupar el de una mujer responsable y claro que sí, vulnerable a las situaciones que la rodean, sin creer que esa vulnerabilidad es debilidad.
Educadorxs en general, mostremos a nuestros niñxs el camino de la escucha para que habiten sus cuerpos y reconozcan lo que les gusta y los que no. Demos un voto de confianza a la infancia, que nace conectada a su cuerpo, y que lo único que requiere de nosotrxs es que confiemos en ellxs y lxs dejemos ser.
Hago este este escrito como un llamado a HABITARNOS y seamos todo lo que queremos ser, ¡LA PARTE DEL MUNDO QUE ESTA SANA TE QUIERE A VOS CON TODO!
*Este artículo está escrito desde mi experiencia y ésta siempre es en contacto con mujeres, espero que los hombres que lo lean se sientan identificados.
*Entre un 80% y 95% de los abusos en la infancia son efectuados por hombres.
Soy Julieta, en mi camino de formarme en cuanta técnica o sistema intuía que me ayudaba a sanar, fui sintiendo la necesidad de crear un proyecto que visibilizara la importancia del abuso en la infancia, así nace “Socializando mi vida” un espacio de encuentro y de cuidado con otras mujeres que han vivido esta misma experiencia y quieren mirarse.
Una propuesta para sanar desde el cuerpo, bailando, respirando y moviéndonos hasta llenarnos de nosotras, todo lo que yo hubiera querido tener en el momento que comprendí la importancia de mi abuso.